El pasado 25 de septiembre se comentaba un
interesante diagrama presentado en la
siguiente publicación:
Al poco tiempo, y gracias al aviso de un lector de EspectroAutista.Info,
supimos de la publicación del siguiente libro, sobre el mismo tema, escrito
por uno de los autores de la citada publicación (Christopher Robert Badcock):
El Dr. Christopher Robert Badcock es profesor adjunto de Sociología en la
London School of Economics. Fue profesor de Sociología en el Polytechnic of the
South Bank desde 1969 hasta 1973 y fue nombrado miembro permanente de la
Dirección del departamento de Sociología de la London School of Economics en
1974. Su trabajo de investigación actual se centra en la elaboración de la
teoría de la impronta genética en el cerebro, elaborada conjuntamente con
Bernard Crespi. La teoría busca explicar la evolución del cerebro, la mente y
la enfermedad mental en términos de conflicto genético. El título de su libro
sobre la materia es The Imprinted Brain: How genes set the balance between
autism and psychosis (La impronta genética en el cerebro: como los genes
establecen el equilibrio entre el autismo y la psicosis).
A modo de soporte a su libro, Christopher Robert Badcock mantiene un
blog (http://www.psychologytoday.com/blog/the-imprinted-brain) del
que entresacamos por su interés la intervención traducida a continuación
(versión original (http://www.psychologytoday.com/blog/the-imprinted-brain/200909/product-withdrawal-notice-i-was-wrong-about-freud-0)):
5 de septiembre de 2009
Aviso de retirada del producto: estaba equivocado sobre Freud
Revelaciones sobre la mente a partir del autismo han acabado definitivamente con Freud
El psicoanálisis no ha estado nunca exento de críticos, pero
hasta hace pocos años yo no me contaba entre ellos. Al contrario,
con la firmeza y la inmunidad al criticismo características de los
que tienen rasgos autistas, yo los ignoraba a todos e iba por mi
camino creyendo que finalmente, los progresos en otras disciplinas
científicas acabarían reivindicando a Freud —y para probarlo
escribí varios libros. Ello me condujo a psicoanalizarme con Anna
Freud hasta su muerte, acaecida en 1982. Rendí culto al santuario
del profeta con la más destacada sacerdotisa cuatro días a la
semana, cuarenta semanas al año, durante casi tres años. Inspirado
por la fe, me convertí en un evangelista —si no del psicoanálisis,
si de la figura de Freud— y desde mediados de los 70 hasta el año
2002, impartí un curso sobre Freud dirigido a estudiantes no
graduados en la London School of Economics que tuvo gran
aceptación.
Pero esta vía está ahora extinta, y los lectores de mi último
libro,
The Imprinted Brain; how genes set the balance between
autism and psychosis (http://www.jkp.com/catalogue/book.php/isbn/9781849050234) (La impronta
genética en el cerebro: como los genes establecen el equilibrio
entre el autismo y la psicosis) se encontrarán con que una parte
del último capítulo se parece un poco a esas noticias que vemos en
los supermercados sobre la retirada de algún producto. Ciertamente,
para mí éste ha sido uno de los aspectos importantes del libro: me
ha proporcionado la oportunidad de rectractarme de mi fe Freudiana y
confesar el enorme error que había cometido.
¿Qué pasó? Se necesita leer todo el libro para entenderlo, pero
una respuesta breve sería: descubrí el autismo y, más importante
aun, empecé a darme cuenta de que, lejos de ser un remedio para los
problemas mentales, el psicoanálisis era una encarnación cultural
de lo que ahora llamaría hiper-mentalismo.
Según la teoría de teoría de la impronta genética en el cerebro
que se explica en el libro, los genes que subyacen en los
trastornos autistas y psicóticos permanecen en el genoma humano
porqué dan soporte a las dos adaptaciones cognitivas fundamentales
de nuestra especie. La cognición mentalística —o mentalismo
(también llamada teoría de la mente/empatía/psicología
popular/sentido común
)— evolucionó para facilitar la interacción
social y constituyó la base de la cultura mental: religión,
política, comercio, arte y literatura. La cognición mecanicista
(también llamada sistematización/física popular/pensamiento
cosificado o orientado a los objetos
) que evolucionó para
facilitar la interacción física con el mundo material de los
objetos no humanos y constituyó la base de la ciencia, la
tecnología y de la cultura material. Los dos sistemas de cognición
están generalmente más o menos equilibrados en los individuos. Sin
embargo, debido a los mecanismos de expresión genética
involucrados, este equilibrio puede verse fácilmente alterado. Un
déficit en mentalismo (a veces con un exceso de cognición
mecanicista en el llamado savantismo autista) explica los
trastornos del espectro autista, mientras que lo opuesto —la
mentalización excesiva— explica la mayoría de los síntomas de los
trastornos del espectro psicótico.
Según este punto de vista, el psicoanálisis sería una forma
institucionalizada de hiper-mentalismo comparable a la
esquizofrenia paranoide. Los esquizofrénicos que se han recuperado
comentan que su psicosis es una enfermedad de sobre-interpretación,
de ver significados donde no los hay, y de intuir intenciones,
pensamientos y emociones en los otros que simplemente no
existen. El psicoanálisis institucionalizó este tipo de paranoia al
creer que mediante la libre asociación de ideas, los sueños y los
lapsus linguae se podría interpretar el infantil y reprimido
inconsciente del individuo.
Pero, por supuesto, si esa mente inconsciente existiera, los
primeros autistas ya nos lo habrían revelado hace mucho tiempo,
debido a su incapacidad para engañarse ellos mismos o engañar a
otros, debido a su inmunidad a las convenciones e imposiciones y
debido a su perversa insistencia en ser ellos mismos. En particular
los autistas savants revelaron que la pristina y no socializada
mente del niño autista se parecía más a un ordenador que piensa que
no al infierno de reprimidos deseos y sórdida sexualidad imaginada
por Freud. Las pasiones de los autistas savants son los horarios,
los calendarios y las máquinas, no el incesto, el parricidio o la
furia primitiva. Lejos de ser las indiscriminadas máquinas de
alimentarse (o repetitivas máquinas de comer) que el ello Freudiano
sugeriría, los niños autistas a menudo experimentan un fastidioso
rechazo a la comida. Y contrariamente al dogma Freudiano, los
recuerdos infantiles conservados por algunos autistas revelan
fascinación por las cosas, no por las personas.
Así que este es mi aviso de retirada del producto. Los lectores
que quieran saber más, tendrán que leer detenidadmente The Imprinted
Brain —prestando especial atención a las notas del último
capítulo.